jueves, 30 de abril de 2009

Detrás de una celebración

Para estos días donde el miedo cunde entre estornudos y la paranoia porcina se apodera de todos, solo se puede decir que no todo es lo que aparenta y siempre hay algo más atrás, en el mismo fondo, que se mueve y deja ver sus ondas en la superficie, en el presente. No invito a sentarse a discutir teorías conspirativas pero se me hizo relevante invitar a ver más allá, ya que siempre hay algo qué descubrir.

Un ejemplo es la celebración del primero de mayo, día internacional de los trabajadores, la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial y que se celebra en homenaje reivindicativo a los Mártires de Chicago, ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que hoy tenemos. Pero bueno, como este blog no tiene fines panfletarios sindicalistas, quisiera contarles que hay algo más atrás en esta fecha, que también se vincula como celebración.

El 1º de Mayo correspondía en el calendario celta a la festividad sagrada de Beltene o Beltain (Bel-tinne =fuegos de Bel) en honor del Dios Belenus, deidad luminosa asociada al sol, al fuego y las energías renovadoras de la mitología celta, como también a la salud y a los sanadores druidas. De este Dios sale el nombre del beleño, planta enteógena de uso común en la Europa primitiva por su alto contenido de alcaloides y alimento sacramental de los sacerdotes druídas; posteriormente las curanderas paganas del Oscurantismo Europeo se sirvieron de ella para sus “vuelos” (historiadores describen que las brujas untaban bastones con un extracto de beleño en los que bailaban. El roce de sus vaginas descubiertas con la sustancia enteógena las llevaban entrar en estados alterados de conciencia). La planta fue también usada por los griegos en sus oráculos y asociada con Apolo, otro Dios Solar curandero; la llamaron Herba Apollinaris y fue recurso fundamental de las sacerdotisas apolíneas para dictar los mensajes proféticos a sus consultantes.


La fiesta celta de Beltene eran una especie de feria rural, donde se realizaban torneos, se bebía, se bailaba y las parejas se entregaban a juegos amorosos. En las vísperas de ese día, se apagaban los fuegos de las casas, los que eran reencendidos animados por el nuevo fuego druídico. Esta festividad era una de las más importantes de la cosmogonía Celta y representaba el regreso de la luz, después de las largas noches invernales.


Las celebraciones rituales, no importa su antigüedad, responden a nuestras dinámicas arquetípicas más profundas, emergiendo en el hombre posmoderno con igual fuerza liberadora al de un hombre de la Edad de Hierro, aunque estén enmascaradas bajo tintes comerciales o reivindicativos históricos. Quinientos años de pensamiento racional no pueden desdeñar 100.000 de historia como humanos, con sus cosmogonías básicas detonándose detrás de cada fenómeno cultural actual.

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