jueves, 15 de octubre de 2009

Milton Erickson, abriendo la vieja nueva puerta

El modelo terapéutico de Milton Erickson sigue abriendo puertas a nuevas fórmulas y acercándose, paradójicamente, cada vez más a los usos y costumbres de los saberes chamánicos de otras culturas. Desde que su práctica dejó atrás las rotulaciones con que en su tiempo se delimitaban los territorios del Terapeuta vs. Consultante, abrió un nuevo horizonte para las intervenciones y tratamientos, cambiando las etiquetas que se dan al síntoma y el propio lugar del terapeuta dentro del proceso. Sus enseñanzas, aún siguen dando frutos, invitándonos a cruzar nuevos umbrales a la vez que nos regresan a las antiguas tradiciones.


Su modo de abordar cada caso, donde las generalizaciones y concepciones reduccionistas no tienen cabida y cada cual merece una estrategia propia y un acercamiento particular, no busca que sus consultantes comprendan la razón de sus dificultades personales; no hace interpretaciones, sabe que el lenguaje es el lugar del extravío y no permite que el consultante reflexione sobre sus propias palabras, como bien se practica en otros modelos; no explora ni profundiza las motivaciones, concientes o inconcientes, que en una persona habitan y que la impulsan a un determinado comportamiento. Todo un enfoque radicalmente nuevo y a la vez, se pierde en los anales de las tradiciones más antiguas.


Erickson reconoce que nuestra naturaleza está determinada por el inconciente y se aboca a trabajar directamente con él, sin buscar mediar o negociar con la conciencia. El uso reiterado de metáforas, anécdotas y artificios narrativos se convierte así en un recurso que impacta directamente sobre los contenidos inconcientes, generando respuestas rápidas, profundas y permanentes, que están al servicio del crecimiento del propio consultante.


Para Erickson las fantasías del propio consultante (que bajo algunos modelos tradicionales pueden ser calificadas como patológicas) son un terreno fértil donde puede construirse, por ello las usa y edifica sobre ellas (apoyado en el trance hipnótico), creando todo un tinglado que permite la expresión creativa del síntoma. Este aspecto se acerca a algunos técnicas chamánicas, donde se reconoce que el propio problema o alteración es, en sí mismo, la misma solución, permitiendo extraer la enseñanza contenida en éste.


De otro lado, la confianza que Erickson tenía en la capacidad de cada consultante para hacer un movimiento positivo, empodera de nuevo a la persona, dándole la certeza que él mismo trae consigo las herramientas y recursos para el cambio y el equilibrio. Este refuerzo de sí mismo es respaldado además, al quitársele el juicio al síntoma, hecho por el cual la persona es etiquetada negativamente, liberándola del discurso del padecimiento y el trastorno.


Como el dios Jano abrió un puerta, nueva solo para los ojos que no reconocen el potencial de los modelos no occidentales. Todo ello desde que dejó de pensar en cómo ayudar a la gente a darse cuenta de por qué hacían lo que hacían, y comenzó a pensar en cómo promover el cambio y con ello el regreso del equilibrio.


Los grandes aportes que Milton Erickson ha traído a las intervenciones y estrategias terapéuticas lo vinculan al chamanismo más de lo que se cree. Las proporciones de su trabajo y el impacto de su práctica aún está por verse. Con respeto debe reconocerse su mirada edificante, que da una bocanada de aire a los acercamientos del sistema sanitario, algunas veces ya obsoletos, y abre un nuevo horizonte en la relación Terapeuta + Consultante; siempre, con un profundo respeto hacia la dignidad de cada persona.

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