Al respecto de la labor de intermediación que los “hombres de conocimiento” (Chotachiné, Chota Chiné, Xuta Chjine, Chota-a tchi-née) realizan en las veladas mazatecas quisiera detenerme en algunos aspectos, entre ellos, la importancia del altar en esa tradición.
Para el Chotachine, nombre genérico como los mazatecos llaman a sus terapeutas (persona con habilidades especiales obtenidas a través de la formación y de la experiencia, que en su labor, ofrece apoyo) originales de la Sierra Mazateca en Oaxaca, el altar es un elemento fundamental en la velada.
Su aspecto místico es esencial, ya que es la mesa espiritual que el Chotachiné recibe para su ejercicio, luego de su iniciación: la Ceremonia Especial de entrega de bastón de mando, donde es infundido de poder por los Chikones (Poderes tutelares de la región). Ella se debe plantear como una escenografía transpersonal que sirve al proceso que se iniciará con los hongos. Cada objeto allí puesto debe servir a la ceremonia en su totalidad, tanto en su aspecto utilitario como en el simbólico. Nada es accesorio, todo cumple una razón de ser dentro del conjunto del altar.
Para su armado se deberán colocar sobre una mesa imágenes de sanación, protección y bienestar, además de referencias gráficas a los Chikones, en especial a San Martín Caballero, imagen sincrética que representa al Señor de la Montaña, al “Huero”, el Chikón Nindó Tocosho. Otras imágenes que se pueden colocar son la Virgen de Guadalupe, San Miguel Arcángel, San Pedro y San Pablo, etc (según el trabajo a cometer).
Se agregan flores (dadas, preferentemente, por los asistentes), veladoras o velas de cera virgen (que se prenderán al comienzo de la velada y, encenderse, si alguna persona pasa por una crisis curativa); botellas de agua para la sed; mezcal, para dar de tomar en caso de que a algún participante se enfríe mucho y le baje la tensión arterial.
Como aspecto central estará la copalera, la cual trabajará el Chotachiné, y el piciete (San Pedro) o tabaco ceremonial, para abrir camino en las dificultades del viaje enteógeno. La copalera cumplirá la función de fuego central y, al mismo tiempo, ombligo del mundo por donde se cruzan los planos.
Se pone el altar en dirección Este, es decir, cuando el Chotachiné se sienta frente a él, debe mirar en dirección a dónde amanece. La dirección opuesta refiere a la brujería, en su inclinación con trabajar las fuerzas crepusculares, ubicadas en el Oeste, donde muere el día.
El Chotachiné estará siempre trabajando frente a su mesa espiritual: el altar. Los asistentes se ubicarán de igual forma. Los procesos transpersonales tendrán un ámbito individual, pero por otro lado, el Chotachiné, como guía y facilitador, ayudará desde el altar a cada participante como al mismo conjunto del grupo, el cual tiene una dinámica, un tono propio que se va desarrollando a lo largo de la ceremonia.
El altar en la velada mazateca es el lugar donde los Poderes se despliegan y la guía del Chotachiné toma lugar. De allí que no es simple decorado. Es eje del ritual.
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