jueves, 2 de octubre de 2008

El sanador es un partero

«La enfermedad es el lugar donde se aprende».
Blaise Pascal


La enfermedad la debemos entender como un síntoma de que nos estamos resistiendo a algo. Ella aparece cuando algo reprimido puja por salir y nosotros en contravía de nuestra naturaleza dinámica nos resistimos a ello. El sanador así busca contactar lo oculto, lo encerrado, lo encubierto, lo contenido y velado, y le ayuda en su tránsito a la conciencia.

El sanador reconoce que el dolor de la afección son solo las contracciones frecuentes preámbulo de algo que está por nacer. El sanador acompaña el trabajo de parto y de esta forma le permite a lo estancado ver la luz. El sanador no encasilla la enfermedad como Mal, él lo transfigura en semilla que puja para expresar algo nunca dicho. Su mirada sin prejuicios ayuda a que lo liberado abra los ojos en un mundo que no lo estigmatiza.

Esa semilla puede venir de todo aquello que está luchando por ayudarnos a ser nosotros mismos, pero que nuestro ego, cumpliendo el mandato de los patrones externos (familia, sociedad, religión, etc), retiene para que nos mantengamos en el statu quo de lo conocido. El ego siempre preferirá lo malo conocido que lo bueno por conocer, así nos mantendrá dentro de los parámetros del deber ser y buscará cualquier forma para contener nuestros impulsos naturales por salir de nuestra torre, por crecer. Para el ego el autoconocimiento es un mal nefasto, ya que autoconocimiento implica cambio, una palabra herética para él.

El sanador le ayudará a su paciente en este trabajo de parto, buscando que no se resista a ello, no le tema al movimiento porque de hacerlo sería temerle a un aspecto de sí mismo, una dolorosa contradicción que puede terminar expresándose a través de su propio cuerpo, un conflicto fundamental que tarde o temprano somatizará. El sanador invitará a su paciente a que vea y acepte lo que ha retenido por tantos meses dentro de sí, que vea y acepte lo que lo impulsa a crecer, que se vea y se acepte a sí mismo en toda la extensión de la palabra. Con esta aceptación se le da la bienvenida a un aspecto nuevo de nosotros, por amenazante que lo sintamos. Dar este paso es entrar en un proceso curativo donde no nos castigamos por ser lo que somos, al contrario, bendecimos todo aquello que nos hace ser, todo aquello que nos da vida y sostiene. Este suceso lo debemos celebrar como la llegada de un nuevo hijo y el sanador estará allí, acompañando a su paciente en el inicio de su nueva vida.

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