viernes, 15 de mayo de 2009

Psicopompos

Así iban las almas estridentes todas juntas y las conducía Hermes, el Benéfico, por los sombríos senderos. Traspusieron las corrientes de Océano y la Roca Leúcade y atravesaron las puertas de Helios y el pueblo de los Sueños, y pronto llegaron a un prado de asfódelo donde habitan las almas, imágenes de los difuntos.
CANTO XXIV, La Odisea, Homero.


Uno de los temas más apasionantes, en mi experiencia con el ámbito chamánico, es la del chamán como Psychopompos (de psyche "alma" y pompos, "guía"). Para mí, está es una labores fundamentales de la práctica chamánica y el refinamiento de esta habilidad marca la diferencia entre los maestros y sus aprendices. Como mediador e interlocutor entre los diferentes planos de conciencia o realidades, el chamán desarrolla destrezas para manejarse a través de estos ámbitos sutiles, sin menoscabo de su integridad física, mental y espiritual. Esta facultad, le permite ejercer una de sus funciones básicas como servidor de la sociedad, que es la de conducir, rescatar, acompañar, cuidar y orientar las almas que están en dichas dimensiones cósmicas o estados espirituales.

Diferentes personajes míticos han actuado como psicopompos o guías de almas, ayudándoles a los muertos a encontrar su camino hasta el Inframundo, o traen los sueños a los vivos y hasta rescatan almas de aquellos reinos para volver a encarnarlas en este plano. Entre los más conocidos están Hermes, Anubis, Morfeo, Perséfone, Pan; o el Ángel de la Muerte, conocido como Azrael por los judíos e Izrail por los musulmanes y Mordad entre los persas; también se representa como el Ángel Gabriel, Baldr en la mitología nórdica, la Muerte con su guadaña, los Shinigami japoneses o las Valkirias germánicas. Todos ellos custodian las entradas a los mundos sutiles inferiores o superiores, según el destino del alma. Como mediadores entre dioses y hombres, vinculan ámbitos psíquicos, pudiendo crear puentes entre las pulsiones inconscientes, las tensiones somáticas y la conciencia, para bien del consultante.

Ahora, lograr sumergirse en los ámbitos transpersonales ajenos, es decir, en las regiones inconcientes y espirituales del propio consultante, y rescatar de allí lo que está fragmentado o no integrado, es un ejercicio de impecabilidad personal que requiere una gran pericia. La habilidad para reconocer los contenidos propios de los ajenos y navegar como psiconauta, entre diferentes planos de conciencia hasta ir a la médula del conflicto no resuelto del otro, requiere años de trabajo personal y pulcritud en la práctica. En el chamanismo mazateco se busca alcanzar un total refinamiento en las incursiones a los otros mundos, buscando en cada viaje afinar la capacidad de orientación y el discernimiento, que cuida al consultante de perderse entre las realidades míticas que allí se movilizan y al propio Chotachine (Chota-a T chinée, del mazateco Hombre de Conocimiento) de involucrase emocionalmente con los contenidos ajenos.

Por supuesto y aclarando, este ejercicio no es una metáfora de una labor terapéutica tradicional, al contrario, uno realmente se sumerge en los contenidos inconcientes del otro y hay un encuentro conciencia-chamán en inconciente-consultante, donde la biografía del otro se hace geografía y se recorren sus dominios simbólicos hasta traer a la luz lo perdido. Todo, gracias a la ceremonia enteogénica y las enseñanzas de los grandes Chotachines, que han guardado estas técnicas por cientos de años.

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