martes, 5 de mayo de 2009
Batallas en el desierto y ayahuasca
Lo que se resiste, persiste.
No os resistáis al mal... (Mateo 5:39).
Tengo a un amigo que cada semana toma ayahuasca como parte de sus aprendizajes siguiendo las enseñanzas de su Taita del Valle del Sibundoy, en el putumayo colombiano, ese bello lugar en el sur de Colombia que Richard E. Schultes sacó a la luz por sus plantas medicinales y saberes ancestrales.
En estos momentos está persona está pasando por un atascamiento en su proceso, el cual se evidencia en la reiterada aparición de escenas con un fondo común: la lucha de él contra personificaciones del mal, de lo negativo, de lo maligno. Los escenarios de batallas campales se repiten y su anhelo de aniquilar a su antagonista es una constante que no le ha permitido avanzar. Me cuenta que puede irse en su viaje enteógeo a desiertos donde es atacado por demonios, al mejor estilo de San Antonio, o hasta termina en escenarios de la segunda guerra mundial enfrentando nazis de Luger en mano. Panteras y murciélagos lo asolan pero el continúa en pie de lucha sin ceder nunca un milímetro.
Lo que se revela en su testimonio es que gracias a la medicina enteógena ha podido traspasar las barreras del ego y se ha encontrado con su propia Sombra, la gran antagonista que nos muestra que aquello que tanto odiamos de los otros también nos habita. Esta persona, en su búsqueda de sí mismo, a través de los aprendizajes chamánicos, se ha empeñado en refinar aspectos como la rectitud, la humildad, la entrega, el servicio, etc. y los otros aspectos que no se ajustan a su ideal han sido rechazados y reprimidos, y con ello ha nutrido de hostilidad su Sombra, que lucha ahora por integrarse como parte de un todo que la requiere para ser unidad.
Todo ello lo está llevando a su fragmentación. Si entendiera que pueden unirse los opuestos dentro de sí mismo saldría de su atolladero. Si dejara de resistirse a estos aspectos y los viera como parte natural de todo ser humano se liberaría. Romper la cadena de repudio hacia las propias inclinaciones e instintos dejaría sin carga las explosiones de hostilidad que manifiesta interiormente. De lo contrario la batalla emergerá a través de un síntoma o un trastorno hasta por fin ser integrada luego de un penoso peregrinaje. Se debe aceptar la propia naturaleza en toda su complejidad. Mi amigo y maestro oaxaqueño, el Profe Pablo García, nos decía sobre la persecución de ideales: “uno nació hombre y morirá hombre”.
Asumir lo negado, vincularse con lo excluido, reconciliarse con lo rechazado, es la única salida. Nunca alcanzaremos salir del conflicto si nuestra búsqueda del bien se fundamenta en la derrota del mal. Este es el regalo que le muestra a mi amigo el remedio enteógeno.
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