miércoles, 25 de febrero de 2009

Del mito a la realidad objetiva

Entender que las cosmogonías y el entablado de creencias de cada cultura no son solo narraciones míticas del imaginario popular, sino fuerzas vivas que participan de la realidad objetiva dentro de la comunidad, es un tema que va contra toda lógica racionalista. Ello no impide que los personajes míticos se sigan expresando en cada pueblo, dejándose ver apenas levantamos los velos de lo aparente. La pregunta que me hago es si el sujeto del mito salta del relato para integrarse a la vida respondiendo al colectivo, o es una manifestación arquetípica del observador en su propia realidad o por qué no, un simple delirio.

Estos interrogantes me recuerdan una de mis primeras visitas a Huatla de Jiménez en Oaxaca, tras las enseñanzas de mi maestro el Profesor Pablo García, cuando sagradamente buscábamos coincidir para la temporada de hongos. Mi amigo Pedro y yo aún no entendíamos muy bien el límite entre lo sagrado y lo profano, pero siguiendo las recomendaciones del Profe subíamos al Cerro de Adoración, el Nindó Tokosho, la montaña tutelar de la cultura mazateca, a dejar unas ofrendas al dueño del lugar, el Señor de la Montaña, el Huero como también le dicen, el Chikón Nindó. Entre las ofrendas cargábamos flores, copal, veladoras, semillas de cacao y tabaco.

Una mañana, apenas desempacados de un largo viaje desde la Ciudad de México iniciamos nuestra subida al Tokosho. En los últimos tramos, cansado de la caminata me rezagué de mi amigo que ya alcanzaba el altar de la cumbre. Sentado al borde del camino me permití tomar aliento un par de minutos mientras veía el montañoso horizonte de la Sierra gracias a que había bajado la tradicional niebla del lugar. No habría pasado un minuto cuando escucho una persona silbar una tonada. La curiosidad me hace levantar y veo a un hombre de sombrero en un caballo blanco acompañando un rebaño de cabras. Su apacible andar bastaba para que las cabras lo siguieran obedientemente en esas soledades. Desde arriba, apenas separado por unos 50 metros vi como siguió hasta doblar por un lado de la montaña. Me pareció curioso ver alguien tan arriba pero no le di mas vueltas y me encaminé otra vez a la cima. De bajada le pregunté al Profe quien podría ser el hombre que vi y si tenían permitido habitar tan cerca del Cerro de Adoración. El Profe como acostumbraba solo se río y me dijo que acababa de ver al mismísimo Chikón. Estupefacto indagué con otras personas y todas me confirmaron el sujeto del evento, siéndole a ellos algo tan natural como la lluvia en esas latitudes. Toda una experiencia que me catapultó a nuevas realidades.

Agrego apartes de un documental, donde María Sabina habla del Chikón.

Foto: Orando en el altar del Nindó Tokosho.

2 comentarios:

Jurema dijo...

Maravilloso Cerrito de la Adoración!.
Allí dejo mi cacao copal y las veladoras cada vez que voy..
Gracias por evocarme tan profundo a mis amigos Mazatecos.
Abrazos

Alejo Retamal dijo...

Me alegra poder acercarte a ese espacio sagrado, al que siempre estaremos unidos.