Tanto nosotros como muchos de la Sanadores con los que trabajamos y a los que enseñamos, han vivido experiencias cumbre que los llevaron a tener conciencia de un hecho trascendental: todo por lo que estaban dando la vida respondía más a un compromiso ajeno a ellos (la familia, la sociedad, el estatus, etc) que a un impulso esencial de su naturaleza más profunda.
Estas epifanías pueden venir gestándose luego de años de lucha interior, en ese conflicto entre el querer ser uno mismo y el asumirse totalmente. Esos momentos previos a la revelación fundamental pueden identificarse por un sinsentido de vida, un reiterado vacío existencial formado a raíz de habitar precariamente esa tierra de nadie que hace de frontera entre los territorios del deber ser (externo) y el ser (interno). En ese lugar no hay forma de mediar, se és para tener sentido de vida o se renuncia al reclamo interno asumiendo las consecuencias de tal negación.
Pero siempre nuestra verdadera esencia encuentra camino en nosotros para manifestarse y confrontarnos. Es allí cuando, como último recurso, la enfermedad aparece y nos habla, arrincona sin consideraciones los pretextos que hemos construido por años para no ver lo que verdaderamente somos. Así entendemos la enfermedad no como una enemiga que hay que extirpar sino como una herramienta que nuestro ser utiliza para reflejar nuestras carencias y anhelos no cumplidos.
Este proceso es el mismo que testimonian diversos chamanes alrededor del mundo, cuando accidentes, encuentros cercanos a la muerte, ciclos extremos de penuria y enfermedad, los llevan a revalidar lo que han hecho de sí mismos, siendo ellos los únicos responsables de su propio estado y no las circunstancias, como comúnmente hacemos. Estos hechos los obligan a su vez a tomar conciencia del verdadero camino sin enmascararlo con falsas pretensiones o nuestros típicos “lo pospondré para más adelante cuando haya tiempo”.
Tomar conciencia de lo que somos, y vivir coherentemente con él es el proceso fundamental de nuestro paso por este mundo. Es a través de escucharnos y responder positivamente al llamado que asentimos a la vida y la terminamos dando por algo y no finalmente por nada, como vemos a diario a nuestro alrededor.
jueves, 25 de septiembre de 2008
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