lunes, 13 de septiembre de 2010

Jet Lag Enteógeno

Atrapado en las mieles del paraíso

Uno de los momentos "cumbre" en todo proceso terapéutico con plantas enteógenas se alcanza con la conciencia oceánica, ese estado donde el Yo se disuelve en el Todo, embargando al psiconauta de un sentimiento inefable y de pasmo contemplativo. Como vivencia transpersonal no cabe duda de su cercanía al arrebato místico pero su condición me recuerda que también tiene un capa subterranea de regresión al estado paradisíaco fetal, el Regressus ad uterum.

Sea que lo busquemos a través de las prácticas meditativas, el orgasmo o la creación artística, o de formas compensatorias patológicas, la condición primigenia que tenemos cuando estamos simbiotizados con nuestra madre en el útero, es un estado al que siempre anhelamos volver, pese al impacto que trae la ruptura o "falta básica" (como el psicólogo Michael Balint la llamó) que sufrimos cuando posteriormente sentimos la separación.

Alcanzar ese estado, con sus efectos extáticos y de serenidad interior, nos trae múltiples regalos, principalmente esa nueva forma como nos relacionamos con el mundo, la ampliación del espectro de la conciencia y sus definiciones pero, igualmente, trae sus desafíos. El viajante interior puede quedar atrapado de la fascinación profunda que se alcanza, distrayendo su "estar" en este mundo por regresar a la gloria del otro lado. He visto algunos consultantes donde, a su regreso, permanecen en un estado de Jet Lag (descompensación horaria, disritmia circadiana), en el que se estancan, permaneciendo en la realidad con desgano existencial e inapetencia añorando la visiones del otro lado.

Con los consultantes de plantas enteógenas, hay que cuidar que el regreso al estado normal no exacerberé conflictos latentes de abandono y auto-devaluación. El acompañamiento debe ser permanente buscando darle contención al regreso, el aterrizaje forzoso, sacando a la luz los recursos que se trajo de la experiencia para habitar de forma más sana su realidad. La sublimación del estado extático no debe ser razón de menospreciar la realidad que se habita. Ejercicios de arraigo o grounding, bajo el modelo corporalista de Alexander Lowen, ayudarán a estabilizar al viajero.

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