martes, 2 de junio de 2009

Tu biografía hace tu geografía

Sirviéndonos del paradigma de Caroline Myss “tu biografía hace tu biología”, podemos llevarla hasta decir que “tu biografía hace tu geografía”. Esta imagen nos ayuda a definir el trasegar chamánico como un recorrido vivo por los paisajes internos del inconsciente y su historia, territorio que nos vincula con todos, con todo y el Todo. Sólo al sumergirnos concientemente dentro de los fenómenos propios y/o los ajenos (como labor de servicio) nos es posible percibir su verdadera dimensión y su impacto en nuestra vida.

Esta naturaleza inaprensible del inconsciente nos impide hacer mapas definitivos para los territorios más profundos del alma pero podemos guiarnos a través de sus rasgos más accidentados. Allí los símbolos e imágenes arquetípicas nos permiten desenredar la madeja de cada alma en su búsqueda de sanación, integración y transformación. Guiándonos a través de estas señales podemos explorar los orígenes de cada padecimiento. Metáforas míticas que reflejan desde trastornos perinatales, traumas infantiles, experiencia no integradas, etc. o ya sus manifestaciones físicas somatizadas a través de desequilibrios orgánicos.

Cuando comenzamos a adentramos más en el inconsciente y logramos contactar alguno de sus habitantes, nos comunicamos con ellos, transmitimos sus mensajes o integramos armoniosamente al conjunto de la existencia, podemos vislumbrar que lo que pensábamos como un viaje interior es realmente una exploración a dimensiones superiores que nos trascienden, donde el conocimiento que nos es dado allí es manifestado muchas veces independientemente de lo que conocemos, somos y sabemos. Al entrar salimos y viceversa. Esto debe suponer un cambio en el concepto de lo que pensamos como el mundo interior, definido como un escenario dramático limitado a las neurosis personales.

Pero al seguir profundizando vemos que el inconsciente es mucho más que una puerta que comunica dos universos, que él nunca había separado nada, que somos seres inconcientes en la ilusión de una conciencia yoica y que las metáforas míticas se vivencian diriamente interior como exteriormente. El explorar los sustratos más profundos de lo que creemos que somos nos ayuda a entender que no hay ningún tipo de cortina divisoria entre los que llamamos el mundo interior subjetivo y exterior fenomenológico. Las correlaciones entre uno y otro todos los días definen nuestra mirada del mundo. Solo por nuestra afirmación en el ego hemos sabido separar lo que es y de lo que no. El Doctor Hofmann lo señala muy bien al explicar que bajo un estado místico la realidad se revela con otro aspecto mayor y “la frontera erigida por nuestro intelecto entre el yo y el mundo exterior se disuelve, y el espacio interior y exterior se funden entre sí”.

Lo importante es señalar que al sumergirnos en nuestro ser profundo y contactamos los ecosistemas abisales del reino transpersonal, emergemos sabiendo que en el universo la dimensión mítica y la real coexisten sin contradicciones, superponiéndose una a la otra sin que ni siquiera nos demos cuenta. Experimentar esto nos da una perspectiva más amplia de nuestra vida, haciendo de nuestra existencia un chamanizar constante.

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