martes, 2 de junio de 2009

Inmersión en los territorios inconcientes


A petición de algunos lectores busqué, con un ejemplo muy didáctico, describir cómo es la inmersión en los territorios inconcientes del otro, es decir, eso que llamamos chamanizar. Es un caso bastante sencillo pero elocuente de cómo se puede entender la biografía de una persona a través de la geografía que se vislumbra dentro del propio viaje enteógeno. El relato que a continuación describo es parte de un viaje más largo, que incluye facetas más profundas, pero el aparte sirve a los fines antes descritos.

Una mujer me consultó para tratar su miedo al rechazo y un patológico deseo de complacer a los demás, sobre todo a la propia pareja. Trabajé con la mujer sirviéndome de los hongos, los cuales los dos ingerimos. En el viaje enteógeno vi una niña de cinco años jugando sola y triste en un cuatro lleno de juguetes con formas fantásticas. Le pregunté a la niña qué le pasaba y me dijo que su mamá no estaba.

Concientemente le pregunté a la consultante que le había pasado a los cinco años y me dijo que su hermana había nacido. Esa pregunta y su propia respuesta le dio un insight sobre un sentimiento de abandono que había sentido por parte de su madre, el cual había reprimido todos estos años, (corroboré posteriormente que su madre había tenido que estar inmovilizada en los últimos meses de embarazo por complicaciones) detonándole en ese momento un llanto catártico que se alargó por varios minutos hasta alcanzar un estado de paz profunda. Imágenes de cascadas y ríos turbulentos acompañaron el llanto, las aguas alborotadas fueron amainando su fuerza lentamente mientras hablaba con ellas solicitando su apaciguamiento. Al sumergirme una vez más en el viaje enteógeno pude ver la metáfora de la integración de la experiencia, cuando veo que la niña se despide de mí, bastante complacida, llevada de la mano de una mujer que carga un bebe a la espalda a la manera indígena, las tres cruzan una puerta y salen a un exterior luminoso.

La intervención generalmente es más literal y profunda, trabajando directamente en la metáfora y la imaginería animista que el otro abre al vincularnos dentro de la experiencia enteógena, todo depende del asunto a trabajar. En este caso se resolvió la experiencia no resuelta sin tanta mediación. Igual, todo resultó en un cambio paradigmático de la mujer, la cual que no volvió a recaer en las angustias de un posible rechazo afectivo o sus miedos anticipatorios de una ruptura con su pareja.

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